Pocos días después, se corrió la voz por todo el internado de que una nueva alumna se iba a incorporar a mitad del curso. Alguna cotilla había metido las narices en el despacho de la directora justo cuando un matrimonio rellenaba unos papeles. Ni rastro de la chica nueva, eso sí. Nadie sabía quién era pero llegaría de un momento a otro. No le di la menor importancia.
No había pasado ni una semana cuando alguien abrió estrepitosamente la puerta. Estaba concentrada en un libro, “Justine”, que por aquellos entonces me tenía absorbida, pero enseguida supuse que sería la nueva compañera de habitación, pues me habían avisado de que una nueva alumna iba a incorporarse al centro. Y miré.
Allí estaba ella, con una enorme maleta en la mano, con sus finos y rubios cabellos cayéndole sobre los hombros. Con un tímido rubor rosado coloreando sus mejillas. Con sus dulces ojos verdes como el musgo. La miré y mi corazón se aceleró. Mi reacción fue interrumpida por la voz sorda de la supervisora.
-Sara, esta es tu nueva compañera. Se llama Esther y tiene las mismas asignaturas que tú. Espero que sepas instruirla en poco tiempo sobre las normas del centro, ya que eres una alumna ejemplar -me pregunto si sus palabras iban con ironía-; espero que os llevéis bien.
Le sonreí y ella me devolvió la sonrisa. La supervisora se fue y entonces vinieron las presentaciones.
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4 comentarios:
me gusta el rumbo en el cuál va!
esperaré con impaciencia el otro capitulo!
jejeje... y yo!!
Me guuuuuusssssta!!!
Y yo que me alegro!!!
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